domingo, 6 de mayo de 2012

Medianoche en París

    
    Nuestro tren de la inspiración ha partido desde el tercer milenio y tras las ventanillas de los vagones, se revelan los primeros destellos de la ciudad de la luz. Se suceden las imágenes en un regalo cinematográfico, en un obsequio de la nostálgica y seductora fotografía captada tras las características lentes de Woody Allen.

    Woody Allen, el eterno guardián de la nostalgia, de las pequeñas frustraciones y del irónico pesimismo, nos conduce a través de los paisajes parisinos recogidos en su más esplendoroso colorido. Hasta la lluvia parece derramarse en la ciudad al compás de su propia partitura, las gotas de agua caen ordenadas sobre las aceras como los dedos del saxofonista destinado a asignar a cada ciudad su propia banda sonora.

    París bajo la lluvia, o repentinamente surcado por intrépidos rayos de sol, París bajo el cielo del amanecer, durante el transcurso del atardecer efímero o teñido por el anochecer custodiado de luces y sombras por más de un centenar de farolas. Sea cual sea el instante que transcurra en la ciudad, sea cual sea el color que la engalane, es sin dudarlo el instante, el colorido perfecto.

    Y de repente, la oscuridad se derrama sobre nosotros, los relojes proclaman el despertar de la medianoche, el despertar de las nostalgias, del extraño y atractivo misterio, y junto a ellos la necesidad, el anhelo de caminar y caminar hasta vivir lo imposible, hasta llegar al lugar que nunca puede encontrarse.

    Contra los principios de la realidad un antiguo Peugeot se detiene ante nosotros, sus puertas se abren entre el tercer milenio y los años veinte, y en ese instante de color perfecto logramos vencer al tiempo y viajar hasta nuestras propias nostalgias.

    Todos en cierta manera almacenamos cajones de desordenadas nostalgias, por aquello sucedido o por lo que tal vez no sucederá nunca, ese desván donde archivamos la necesidad de nuevas experiencias y el misterio por lo desconocido, el anhelo de vivir más allá del tiempo, de atravesar la horas, de recurrir a otras vidas, de toparnos con nuestros carismáticos mitos en el origen mismo de cada historia. Todos en algún momento hemos imaginado cómo sería nuestra vida en otra época, en otro lugar, en un guión distinto al que el destino ha decidido escribir para nosotros.

    ¿Es acaso este anhelo una negación del presente? ¿Es acaso un síntoma de rechazo a la propia realidad? En ocasiones, la mente, la imaginación te permite habitar en dos mundos, en el mundo real y en ese mundo cimentado de ilusiones y de pequeñas pasiones, tal vez porque todos necesitamos un lugar donde resguardarnos de las sombras cotidianas, o tal vez porque en ese mundo donde habitan las nostalgias, se nos ofrece la posibilidad de viajar tan lejos como la pasión alcance, y todo viaje es un descubrimiento de nuestra propia alma.

    Y sin embargo, no podemos vencer al tiempo, porque tal vez la idea del tiempo tal y como la concebimos ni tan siquiera existe…No hay pasado, ni hay futuro, y el presente es nuestra única alternativa. Pero incluso en el presente no existen viajes prohibidos, porque el también nos ofrece el privilegio de navegar entre las páginas de la historia, de contemplar el pasado, de vivir nuevas vidas recorriendo los infinitos parajes del arte. El cine, la pintura, la música, la literatura, la arquitectura de las ciudades, la moda…Nos ofrecen la caricia real y palpable de todo aquello que se encuentra a nuestro alcance y es digno de descubrir.

    Definitivamente es el presente nuestra única alternativa, pero la libertad nos ofrece la posibilidad de abrir nuestro desván, desembalar y desempolvar cada una de las añoranzas y permitir que la luz inunde cada rincón cotidiano. Definitivamente no, uno no puede elegir su presente, pero afortunadamente somos dueños de la elección más importante: ¿Cómo deseamos vivir nuestro presente? Esa gran  pregunta que encierra la sabía respuesta, y esa respuesta el billete que nos permita viajar.

    El título de una película “Medianoche en París”, una década, los años 20, una ciudad llena de luces y nuestra maleta deshecha con las prendas que necesitaremos al cruzar las doce en punto…Porque la inspiración una vez más, será nuestro pasaporte para viajar sin fronteras.


“Mira, esto es increíble, no hay una ciudad igual en todo el mundo, nunca la ha habido. No vengo lo suficiente, ese es el problema. ¿Te figuras lo súper alucinante que es esta ciudad bajo la lluvia? Imagínate esta ciudad en los años veinte, París en los años veinte, bajo la lluvia con sus pintores y escritores…

 “Retorno al pasado era el nombre de la tienda y sus productos consistían en recuerdos. Lo que era prosaico y hasta vulgar para una generación ha sido transmutado por el mero paso de los años en un status a la vez mágico y kitsch”.
“Hablemos de su libro, desde luego es muy extraño, por una parte es casi ciencia ficción, todos tememos a la muerte y cuestionamos nuestro lugar en el universo. La tarea del artista no es sucumbir al desespero, sino buscar un antídoto para el vacío de la existencia, y usted tiene una voz clara y potente, no sea tan derrotista”


  • ¿Y se ha quedado enganchada por esas primeras líneas?.
  • Ah, el pasado siempre ha tenido mucho carisma para mí.
  • Para mi también, ha tenido un gran carisma para mi…Siempre digo que nací muy tarde.
 
Yo creo que usted también es interesante con su aire perdido…

-          Gil Pender: Seguramente parezco triste pero vivo una situación muy compleja. Dicho parece una locura, ustedes creerán que voy borracho pero a alguien se lo tengo que explicar. Vengo de una época distinta, de otra era, del futuro, verán he venido desde el tercer milenio hasta aquí, me subo en un coche y me desplazo por el tiempo.
-          Manray: Exactamente correcto, usted habita en dos mundos, por ahora no veo nada extraño.
-          Gil Pender: Bueno, ustedes son surrealistas pero yo soy un tío normal, en una vida voy a casarme con una mujer a la que quiero, al menos creo que la quiero. ¡Mas vale que la quiera, me caso con ella ¡
-          Manray: ¿Hay otra mujer?
-          Gil Pender: Si, Adriana, y bueno me siento atraído por ella, la encuentro, no se, embriagante y ¿saben?, ¿saben? el problema es que otros hombres, grandes artistas, genios, también la encuentran embriagante.
-          Manray: Un hombre enamorado de una mujer de una era distinta, veo una fotografía.
-          Buñuel: Veo una película.
-          Gil Pender: Veo un problema insuperable.
-          Dalí: Veo un rinoceronte.


-          Adriana: ¿Pero qué hace?
-          Gil Pender: No lo se, la verdad, no lo se…Pero me he sentido por un momento como si fuera inmortal.
-          Adriana: Pues le veo muy triste.
-          Gil Pender: Porque la vida es muy misteriosa.
-          Adriana: Son los tiempos que vivimos, todo se mueve muy deprisa, y la vida es ruidos y complicada.
-          Gil Pender: Pero, yo nunca, en fin, siempre he sido una persona lógica, y nunca he cometido locuras. No me quedé en París la primera vez que vine, no lo hice, no me tome en serio lo de ser escritor…Pensé seré un simple peón de Hollywood y no quise…No se, creo que lo que quiero es dejarlo todo…

“Yo trataba de escapar de mi presente como tu tratas de escapar del tuyo a una edad de oro (…). Y ahora se me enciende una luz, es una iluminación de poco voltaje, pero explica la ansiedad del sueño que he tenido. La otra noche tuve un sueño, una pesadilla en la que me quedaba sin zitromax y entonces iba al dentista y el no tenia lidocaína, ¿me comprendes? Esa gente todavía no tiene antibióticos. Adriana si te quedas aquí y esto se convierte en tu presente ya veras como pronto empezaras a imaginar que otra época es en realidad tu época dorada. Si, eso es lo que tenemos, el presente, es algo insatisfactorio porque la vida es algo insatisfactorio”.
Eso es lo malo de los escritores, estáis llenos de palabras…Pero yo soy más emocional y me quedaré a vivir en París en su época más gloriosa eternamente. Tu elegiste  dejar parís y luego lo lamentaste.
Si, luego lo lamente, fue una mala decisión pero al menos fue una decisión, una decisión de verdad, lo de ahora creo que es, en fin una locura, y no funciona, pero si quiero escribir algo que valga la pena tengo que prescindir de mis ilusiones y la posibilidad de ser más feliz en el pasado es seguramente una de ellas.
(Medianoche en París, Woody Allen)


    No podíamos olvidar el objeto de nuestro viaje, ni a ninguna de las prendas que decidimos incluir en nuestro equipaje, esas prendas que nos permitirán sentirnos diferentes en cada paisaje de la travesía y que en esta ocasión nos envuelven el la sofisticación de los años veinte, su renovador concepto de la estética, y de una mujer enigmática, glamurosa y elegante. Una época de magnetismo y melancolía que resalta la feminidad y la sensualidad de las líneas femeninas. A pesar de su clasicismo, las prendas se encuentran hilvanadas de cierta diversión y atrevimiento, tal vez por ello los diseñadores y las grandes pasarelas decidan retomar las doctrinas de la moda de esta década con un viento renovado que la permita fluir y adaptarse a las necesidades y el estilo de la mujer contemporánea.
    Tal vez porque la década de los veinte siempre es una acertada tendencia, es inevitable no sucumbir a la tentación de dejarse envolver por el glamour que retorna…Veamos que nos ofrece nuestra maleta deshecha.

    Me he decantado por esta fotografía donde aparentemente nada se concreta, cuya imagen se desvanece, para fundirse, para inmiscuirse entre las partículas de ese reloj de arena por el que transcurre el tiempo.







Vestido de Sisley.  Zapatos de Aldo. Bolso de Zara, Pendientes y anillo de Sfera. Collar de cristal vintage. Diadema de H&M (Para las más atrevidas, no dudéis en completar el estilismo de la ocasión apropiada con un pequeño detalle que os ayude a transformar cualquier look, en ocasiones el atrevimiento es el acierto más seductor, algo tan sencillo como una diadema o un sombrero convenientemente elegido pueden colmar y transformar un estilo por completo, y tras este atrevimiento probablemente no podáis prescindir de esos complementos, y hacer de estos uno de vuestros “must”)


Fotografías de Esther realizadas por Raúl Sotillos Alcaraz.